lunes, 6 de abril de 2015

Caminando entre sombras 5

Intentas luchar con la puerta

No tardas en darte cuenta que aun con ayuda del exterior la puerta metálica y descuadrada por el movimiento del edificio no abrirá. 

Román forcejea junto contigo por lo que parece una eternidad.

En algún momento te detienes exhausta, y escuchas que el descansa también.

Te dice que esperes, que traerá algo que usar de palanca, ya que han logrado abrir un resquicio de una decena de centímetros en la esquina superior de la puerta. Te das cuenta que el exterior es oscuro en cuanto el parte, tu sabes que solo ciertas oficinas reciben luz natural. 

Y no puedes más que sentirte frenética. 

Es descansando sobre la puerta que decides prender una vez más tu teléfono buscando confort. No le has hablado a familia o amigos, quizás sea momento.  

Y la verdad es que no imaginas que podría usar Román para sacarte de aquí, o quien en su sano juicio coloca puertas metálicas en los sanitarios de edificios de oficinas. 

La poca luz de la pantalla de tu teléfono te permite darte cuenta de tu situación, eres un desastre de sangre y lodo. La puerta con la que forcejeabas pareciera sacada de una exagerada película de terror. 

Te miras en el espejo, tu cabello revuelto, una cortada en tu rostro sangra más profusamente de lo que imaginaste en la oscuridad.

Una cortada hecha con... los pedazos de espejo en el suelo...

Miras con terror tu reflejo en un espejo inmaculado. Entero. 

Asustada dejas caer el teléfono, que parpadea un par de veces antes de apagarse en el agua. Ahogas un grito e intentas entender que sucede mientras buscas una pared en la cual recargarte, el mundo aparte de haberse sumergido en la oscuridad, pareciera haberse difuminado de tus otros sentidos.

Sigues luchando con tu propia mente para lograr concentrarte, te preguntas si la falta de sangre te está haciendo alucinar. 

Todas estas ideas escapan tu mente, en el momento en que caes de espalda por el marco de la puerta hasta hace un minuto cerrada. 

En el suelo, sorprendida por los acontecimientos permaneces quieta mientras tus ojos se acostumbran a la poca luz. 

Quisieras entender, pero no hay tiempo para eso. Ves la silueta de un hombre de abandonando la habitación. Un hombre de espalda anchas y un casco amarillo. 

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¿ Que harás ahora ?

jueves, 2 de abril de 2015

Al filo 2.5

Y bailas, sin remordimiento bailas y te dejas ir. 

Hay un éxtasis trascendente en moverte. Siempre lo has sentido, siempre has sido consiente de la conexión entre un bailarín y su cuerpo. 

Más allá de las enseñanzas del ballet clásico, de las cuales eres recurrente desde los 3 años, de alguna manera desde que tienes memoria habita en ti esta idea; El movimiento del bailarín es en realidad  el universo expresado atravez de la lente de su alma. 

Al menos así lo dijo Diana. Tú, sabiéndolo verdad a un nivel más profundo de lo evidente, lo aceptaste y empleaste como bandera en tu persecución de formas innovadoras y creativas.

Eso por supuesto te ha traído problemas más de una vez en la vida. Tu familia es un icono de pedigree en el ballet nacional, y tu madre, habiendo cortejado por años la posición de Prima Ballerina, abandonó ese sendero para casarse con un influyente empresario a los 23 años.

Ella nunca ha aprobado tus experimentos e interpretaciones. Relegando al olvido cualquier clase de estímulo y oportunidad de transitar un sendero distinto al que eligió para ti, al punto en que lo que haces ahora pareciera un crimen que ejecutar a escondidas y en solitario. 

Y eso te hace enojar enormemente...