Es difícil permanecer calmada, el estrés
y la claustrofobia te atacan, la muerte se dibuja muy real en el presente, no
juzgas posible abrir la puerta y descubres abundantes cortaduras en tu piel a
causa de los vidrios rotos.
Intentas ordenar
tus cosas regadas por el suelo, buscas alguna herramienta útil. Pero es una
tarea infructífera, aparte del polvo y vidrios rotos no hay otras cosas a la
mano.
Solo queda tu teléfono,
que vuelve a sonar. En cuanto contestas y antes de decir palabra alguna escuchas
a Roman preguntar estresado "¿hola, donde estas, estas bien?".
Roman es un buen
compañero de trabajo, del tipo de personas que pareciera comprometido con una
causa superior (que lo obliga a ser un payaso el 70% del tiempo y un alcohólico
el restante 30%). Sin embargo es la primera voz distinguible que escuchas y no
puedes más que alegrarte.
Procedes a
explicarle que estas atrapada en el segundo baño del 3er piso, y te das cuenta
de que intenta permanecer calmado sin mucho éxito. Te da dos o tres palabras de
confort y luego se despide, dice que hará que el personal de contingencias vaya
por ti.
Cuando cuelgas el teléfono
intentas detenerte a pensar, entender que sucede. Todo apunta a un terremoto
muy fuerte, no escuchas ni hueles humo y si bien hay mucho ruido afuera, es en
su mayoría los quejidos de la construcción sumados a la consternación
general.
Tu cabeza sigue
punzando, y tus manos heridas hacen un caos a donde sea que las lleves.
El suelo del baño
llama tu atención por el pequeño charco que se acaba de empezar a formar. Una tubería
del lavabo está rota y ahora hay una mescolanza de lodo vidrios y sangre a tus
pies, sientes la cabeza ligera, y en ella compiten el miedo a la muerte con una
sensación de paz y cansancio que te abarca lentamente.
Te preguntas si
Roman podrá hacer algo por ti. Piensas en llamar a un número de emergencias,
mientras lo intentas te das cuenta de que no tiene sentido. El terremoto debió
haber afectado decenas de edificios y solo escuchas la música de espera.
En algún momento,
sin darte cuenta, empiezas a preguntarte si esto es el fin, y si es así; ¿porque
así, y porque ahora?
El rostro gritando
sinsentidos vuelve a tu mente. Sus palabras fuertes y carentes de contenido. O no?
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¿ En que piensas mientras esperas ?
Desesperación y luego la calma. Vienen pensamientos tranquilizadores. Un tanto porque desvían la atención del desastre y otro tanto porque son las únicas cosas que realmente significan algo. Vida y pasión.
ResponderBorrarDos semanas antes llegó al fin un paquete con los artículos comprados en línea. Viajaban desde muy lejos y eran esperados con emoción. Había sentido la curiosidad de visitar páginas donde acumuladores de objetos antiguos ponían a la venta aquello que a los grandes peces no les interesaba y que para un iniciador podría significarle un pequeño tesoro. Ropa, libros, tecnología obsoleta, había una gran variedad de artículos.
Se decidió por una prenda encantadora, un elegante vestido cuya descripción decía que era una pieza original del armario de alguna elegante dama de la época victoriana. Pese a saber que podía ser timada, le gustó tanto que lo agregó a su carrito de compra virtual, al igual que un par de libros y un camafeo.
Pensó en los objetos, allá, en la recámara del departamento que compartía con otras dos personas en un edificio rumbo a las afueras de la ciudad. Aún no había pensado que hacer con ellos, era una lástima...
Súbitamente, el rostro de una mujer que le gritaba apareció, recordándole la dolorosa situación en la que estaba. Y sus palabras comenzaron a tener sentido: "ayúdame, vamos a morir".
Debía explorar más allá, pensó que podría llegar al cuerpo de esa mujer, debía estar ahí, no había salida, no había.