¡Te encontraron!
Es lo primero que
te viene a la mente, están aquí, en el tendido eléctrico, en el viento.
Por un par de
segundos que se perciben eternos, la recepcionista del hotel te observa
buscando respuestas a preguntas que no caben ahora en tu cabeza.
Te preguntas como
te encontraron, quizás tanto como te preguntas porque no lo habían hecho antes.
También te preguntas si el conductor de esa pipa esta confabulado con ellos de
alguna manera.
Te preguntas si
tiene sentido alguno el correr.
Y te trae de
vuelta a la realidad ver el amplio trasero de tu ex interlocutora salir de la
construcción corriendo con sus cosas.
Como si fueras extraída
de tu propio ser, te observas regresar a tocar puertas. Con un tono neutro y
claro adviertes en cuanto contestan:
"Hola, hay
peligro de explosión, por favor abandone el edificio"
Al espectador podría
parecerle claridad, tu sabes que es el único tono de voz que puedes hacer antes
de romper en llanto.
El cable latiguea
y el primer chispazo se deja oír.
En tu mente, ajena
y distante al presente, haces cuentas ociosas, te preguntas: ¿Esa primera chispa
será guiada por el viento al combustible? ¿Si el tanque explotara como en las películas?,
¿Cuál sería el daño?, ¿demolería el edificio o solo destruiría ventanas?, ¿comenzaría
otro incendio?, ¿que no aprenden?
El último cuarto
ha sido advertido, el mundo no está en llamas y sales caminando con parsimonia
fuera del edificio.
En el exterior
puedes ver a un automóvil destartalado arrancar y partir. La recepcionista
apenas concluye su huida, lo cual contrasta con la prisa con la que salió del
edificio hace ya tiempo que te abandono a la tarea de avisarle a los otros
clientes.
Ves salir a las
primeras personas del hotel, y partes, ahora está en sus manos hacer algo por sí
mismos, y tu presencia sobra. Mientras te alejas, escuchas aproximarse a los
bomberos, y algo en tu interior empieza a relajarse.
Te alejas a pie
del hotel, y luego del pequeño pueblo, tienes todavía a quienes encontrar y no
puedes detener tu marcha. Además jurarías que escuchas al viento aullar molesto
por las calles a tu alrededor, demandando que le pagues la sangre que le acabas
de quitar, te alejas de otros que pudieran ser víctimas solo por estar en mal
momento y mal lugar.
O quizás solo es
el viento de la madrugada, agitado y en movimiento. Acariciándote con una insistencia
que te confunde, en una forma en que es difícil distinguir si son los manoteos
inconsecuentes de un niño molesto, o las caricias torpes de un amante
ansioso.
-Finalmente las pequeñas corrientes te
llenan de una calidez grata-
Ninguna de las
anteriores, supones; Las personas que llegas a ver a estas horas, responden con
temblores y expresiones de angustia a ese contacto. Y te das cuenta que en
realidad el viento es un hombre grisáceo de vista, de tacto y de espíritu. Y
que solo tú puedes sentir ese otro lado del mismo.
Caminas con el
constante miedo a escuchar la detonación que se prometió, recapacitando sobre
lo acontecido, respondiendo o refinando tus preguntas mientras miras con
atención el camino; Buscando pistas del enemigo.
Pero esta noche
parece que ha agotado sus amenazas.
Es una verdadera
sorpresa el momento en que con la llegada del alba encuentras a tus amigos. Todavía
demasiado en shock para entender (o preguntarte) como recorriste 40 kilómetros
con campo traviesa en solo cinco horas.
*Fin tentativo*