martes, 3 de marzo de 2015

Janice 4

¡Te encontraron!

Es lo primero que te viene a la mente, están aquí, en el tendido eléctrico, en el viento. 

Por un par de segundos que se perciben eternos, la recepcionista del hotel te observa buscando respuestas a preguntas que no caben ahora en tu cabeza. 

Te preguntas como te encontraron, quizás tanto como te preguntas porque no lo habían hecho antes. También te preguntas si el conductor de esa pipa esta confabulado con ellos de alguna manera. 

Te preguntas si tiene sentido alguno el correr. 

Y te trae de vuelta a la realidad ver el amplio trasero de tu ex interlocutora salir de la construcción corriendo con sus cosas. 

Como si fueras extraída de tu propio ser, te observas regresar a tocar puertas. Con un tono neutro y claro adviertes en cuanto contestan:

"Hola, hay peligro de explosión, por favor abandone el edificio"

Al espectador podría parecerle claridad, tu sabes que es el único tono de voz que puedes hacer antes de romper en llanto. 

El cable latiguea y el primer chispazo se deja oír.

En tu mente, ajena y distante al presente, haces cuentas ociosas, te preguntas: ¿Esa primera chispa será guiada por el viento al combustible? ¿Si el tanque explotara como en las películas?, ¿Cuál sería el daño?, ¿demolería el edificio o solo destruiría ventanas?, ¿comenzaría otro incendio?, ¿que no aprenden?

El último cuarto ha sido advertido, el mundo no está en llamas y sales caminando con parsimonia fuera del edificio. 

En el exterior puedes ver a un automóvil destartalado arrancar y partir. La recepcionista apenas concluye su huida, lo cual contrasta con la prisa con la que salió del edificio hace ya tiempo que te abandono a la tarea de avisarle a los otros clientes. 

Ves salir a las primeras personas del hotel, y partes, ahora está en sus manos hacer algo por sí mismos, y tu presencia sobra. Mientras te alejas, escuchas aproximarse a los bomberos, y algo en tu interior empieza a relajarse. 

Te alejas a pie del hotel, y luego del pequeño pueblo, tienes todavía a quienes encontrar y no puedes detener tu marcha. Además jurarías que escuchas al viento aullar molesto por las calles a tu alrededor, demandando que le pagues la sangre que le acabas de quitar, te alejas de otros que pudieran ser víctimas solo por estar en mal momento y mal lugar.  

O quizás solo es el viento de la madrugada, agitado y en movimiento. Acariciándote con una insistencia que te confunde, en una forma en que es difícil distinguir si son los manoteos inconsecuentes de un niño molesto, o las caricias torpes de un amante ansioso. 

-Finalmente las pequeñas corrientes te llenan de una calidez grata-

Ninguna de las anteriores, supones; Las personas que llegas a ver a estas horas, responden con temblores y expresiones de angustia a ese contacto. Y te das cuenta que en realidad el viento es un hombre grisáceo de vista, de tacto y de espíritu. Y que solo tú puedes sentir ese otro lado del mismo. 

Caminas con el constante miedo a escuchar la detonación que se prometió, recapacitando sobre lo acontecido, respondiendo o refinando tus preguntas mientras miras con atención el camino; Buscando pistas del enemigo. 

Pero esta noche parece que ha agotado sus amenazas.


Es una verdadera sorpresa el momento en que con la llegada del alba encuentras a tus amigos. Todavía demasiado en shock para entender (o preguntarte) como recorriste 40 kilómetros con campo traviesa en solo cinco horas. 

*Fin tentativo*

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