martes, 1 de septiembre de 2015

La sombra andante 1.

El atardecer, lejos de brindar satisfacción, hace que se disipe levemente la nube soporifera de la deshidratación y el bochorno. El cielo naranja y la temperatura que se desploma hace que tus huesos duelan... mas.

Juntando cuanto puedes de tu propia conciencia intentas entender donde y como te encuentras, con las olas de mundo que se vierten a travez de tus sentidos. El suelo duro, el ruido del mundo, tu propia piel, todo es violento y en alguna medida doloroso.

La luz del telefono se ofrece hiriente, y te preguntas que hace un aparato asi aqui. Lo robaste ?

No logras enfocar la mirada en la pantalla, asi que solo cuelgas y lo embolsas, y pruebas arrastrarte fuera del tubo de concreto en que te habias resguardado. Si el telefono era ofensivo a la vista, la luz de la tarde lo resulta aun mas.

Decides permanecer en la oscuridad un poco mas. Y cometes el error de ponerte a pensar.

Qizas la causa es que hay una sensación insidiosa que crece en tu interior conforme recuperas conciencia; Sientes que te falta algo, y esa sensación es extraña en ti, eres familiar con tus propias faltas y debilidades, asi como con los dolores implicitos de tu vida. Y por ello esta sensación te distrae tanto, es diferente.

El primer pensamiento estructurado que pasa por tu mente, es el de asegurarte que no tendras que estar aqui mucho tiempo. Si no mal recuerdas, Cabre acaba de hacerse de un par de gramos, y la intensidad con la que duele el mundo ahora mismo es cualquier indicador. De la buena.

El frio que empieza a calar tus huesos se permea hasta tu psique cuando la ansiedad empieza a apoderarse de ti. El mundo hoy no es cotidianamente miserable, empiezas a moverte con la oscuridad.

Una mirada a un escaparate te provee un reflejo de tu propio rostro: Sucio y delgado, no te es evidente. pero se nota el hambre y la soledad en el. De mejillas delgadas, pómulos pronunciados y una barba larga y caotica. Repasas por un momento las cicatrices de vivir bajo los puentes y de comer en los callejones, buscas en ese rostro el motivo de el vacío en tu pecho. 

Entonces recuerdas...

Las lagrimas ya estan fluyendo por tu rostro cuando revives el recuerdo de el cual estabas huyendo. Mercutio agonizante y deforme, todavia jadeante, buscandote con la mirada. En su absoluto desamparo y en tu absoluta incompetencia, su mandibula descolgada, su vientre rasgado, y su infinita fidelidad mirandote, cual esperando algun premio o piedad, incluyendote en su agonia.

Su dolor se permea en ti an a travez de los recuerdos, incandesente, profundo. El no entiende el daño de la crueldad. Tu si. Y por ello mientras agoniza en inocencia. Tu te quiebras aun mas profundamente de lo que sabias posible.  

No te das cuenta que ahora yaces postrado frente al aparador en un llanto convulsivo, hasta que los elemntos de seguridad de la calle te invitan a retirarte. Por supuesto los ignoras mientras intentas recuperar el control, evitar pensar en sus ultimos momentos-

Los años te han enseñado a aceptar toda perdida.

Tambien la heroina.

No sientes cuando te “ayudan” a retirarte. Tampoco cuando tu cabeza golpea el suelo despues de ser aventado en un callejon. Has sobrevivido cosas peores. Hoy, mientras yaces aparentemente inerte para disuadir mas violencia, dudas de si eso es un merito.

Pasados minutos, el celular que te desperto suena nuevamente, ya solo, y con mas claridad, observas que en la pantalla esta escrito el nombre de Catre esta vez. Despues de bastantes tonos contestas.

La voz del otro lado te pregunta como y donde estas. Mucho antes de contestar, estas preguntas te devuelven un apice de conciencia de ti mismo. Y con ella, la pregunta de que haras. Un profundo sentimiento de soledad te tiene abrazado, y con el, el prospecto de volver a las bodegas se vuelve temible.

No quieres volver a verlo.

Catre te pregunta nuevamente donde te ecuentras. 

Y mientras intentas decidir tus proximos pasos, no puedes mas que desear con deseperación omitir todo esto, y volver a la realidad perfecta. Quizas y esto es solo una pesadilla.

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Que haras ?


Datos utiles:

En casa se encuentra Mercutio, tu pequeño stash de heroina, bienes varios que te has procurado en la vida como vagabundo.

Catre te ofrece hablar y sabes que tiene producto de calidad, sin embargo no sera gratis.

Permanecer en el suelo y ver si tienes la fortuna de morir de hipotermia tambien se ve bastante atractivo.

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Esta historia nace de

http://trascendiendoande.blogspot.com/2015/02/la-llamada_7.html

Comentario:
Daniel Hernandez Niva30 de agosto de 2015, 2:49 p. m.en el reflejo de la pantalla, veo mi rostro sucio y delgado, se nota el hambre y la soledad en el, las mejillas delgadas, los pómulos pronunciados y la barba larga sin forma, se notan las cicatrices de vivir bajo los puentes y de comer en lo callejones. No se de quien es este celular solo brilla, ilumina tras de mi una habitación casi vacía, sin embargo en una esquina veo un cuerpo peludo y sangrante, reconozco sus manchas, aun tiene el collar de cuero que robe para el hace un par de meses, corro a verle, y me cuesta trabajo reconocerlo, esta en un estado deplorable, tiene la mandíbula descolgada, como si la hubieran arrancado de una patada, evito imaginar sus ultimas horas, la sangre que le manchaba el rostro se corre entre las lagrimas que dejo caer sobre su cuerpo frió,
La noche anterior fue igual a cualquier otra, solo recuerdo el humo borroso de la ciudad, entre las burbujas de la heroína, Mercutio bate la cola mientras compartimos una hogaza de pan, me quedo dormido, lo escucho ladrar, pero mi cuerpo no responde, intento abrir los ojos, solo veo sombras.
Trato de buscar en mis bolsillos, encuentro la billetera vieja que atesoro, en ella, las fotos de mi sobrina, y mi identificación, " Romulo Parra" ese nombre significaba algo, pero ya hace 23 años deje disolver ese nombre entre jeringas oxidadas.

1 comentario:

  1. Regresar hasta el cuerpo de Mercutio para darle un ultimo adiós,..no planeo llamar a Catre, si en verdad lo lego a necesitar el síndrome de abstinencia me obligara a arrastrarme hasta el. Siento una sed de venganza ciega, quisiera apuntar mi dedo al asesino de Mercutio y cobrarle con sangre su muerte, pero aun que lo tuviera en frente no lo reconocería, solo recuerdo sombras, no puedo evitar ver mi reflejo y pensar que sin importar quien violentara a mi compañero con tremenda sevicia, el único verdadero culpable soy yo, yo y las agujas.

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