martes, 15 de septiembre de 2015

La sombra andante 2


Volver no es sencillo. El camino a casa es largo, quizás solo la ira te da la fuerza, ira contra ti mismo y contra la sombra que hirió a Mercutio.

Un espíritu que hacía mucho te había abandonado despierta en tu interior.

Transitas rápidamente, a través de las calles oscuras y frías. El viento helado de un octubre inclemente te cala los huesos. El dolor omnipresente, te es irrelevante.

Esta hambre de venganza, furica, te acompaña. Por una vez después de mucho tiempo existe en ti cabida para algo distinto al placer y el dolor.

Tus extremidades aúllan, frías, cansadas por el esfuerzo, amplificadas por la falta de heroína, pero la furia te lleva con fuerza a través de la ciudad helada.

Te lleva con fuerza a atravesar las bodegas derruidas de la antigua zona industrial. No te detienes a dar rodeos, o cuidarte de las sombras, solo te detienes al final de tu recorrido. Cuando encuentras el cuerpo inerte, inflamado y rígido de Mercutio. Y tu furia se convierte en un vacío.

Te das cuenta que una jeringa cuelga del costado de su cuello.

Recuerdas entonces como en el estupor absoluto de tu propio viaje, fuiste capaz de encontrar en él una arteria y de darle una muerte indolora...

Todavía queda algo en la cámara de la jeringa, por un momento vuelve a ti la conciencia de que debe ser suficiente para una sobredosis. Usaste todas tus reservas en este acto.

Con pesar y un sufrimiento que no puedes más que sentir que mereces, haces una tumba para tu difunto amigo.

Helado, tú mismo frente a su tumba tiemblas conforme el calor del esfuerzo realizado se disipa.

Hacia más tiempo del que puedes recordar de que hicieras algo distinto a la rutina de la heroína. Tanto que no te habías encontrado en esta posición (sin reservas) por meses, quizás un año ya. Un escalofrío te recorre, conforme prestas atención al dolor que punza cada vez más fuerte en ti.

Sin embargo, te sientes apremiado a buscar, investigar, preguntar. Alguien debió de haber visto lo que sucedió esa noche. Alguien que estuviera atento a este mundo.

Sabes que tienes poco tiempo. Emprendes la caminata.

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Hay tres posibles fuentes de información.

El primero es un pequeño grupo de vagabundos que habita las mismas ruinas.
El segundo es un cuerpo de vigilantes que de cuando en cuando ronda la zona.
El tercero son los vendedores locales, que si bien no están dentro de la zona abandonada, podrían saber algo.

Si la experiencia de abstinencia de hace un año es referencia, calculas que tienes menos de 12 horas antes de perder el control.

Que harás?

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Este post nace de

http://trascendiendoande.blogspot.com/2015/09/la-sombra-andante-1.html

Comentario


Daniel Hernandez Niva4 de septiembre de 2015, 11:26 a. m. Regresar hasta el cuerpo de Mercutio para darle un ultimo adiós,..no planeo llamar a Catre, si en verdad lo lego a necesitar el síndrome de abstinencia me obligara a arrastrarme hasta el. Siento una sed de venganza ciega, quisiera apuntar mi dedo al asesino de Mercutio y cobrarle con sangre su muerte, pero aun que lo tuviera en frente no lo reconocería, solo recuerdo sombras, no puedo evitar ver mi reflejo y pensar que sin importar quien violentara a mi compañero con tremenda sevicia, el único verdadero culpable soy yo, yo y las agujas.

1 comentario:

  1. Mientras me dirijo a el grupo de vagabundos intento buscar la manera de llamar a catre y rogarle que se encuentre conmigo antes de las 12 horas estimadas.

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