Volver no
es sencillo. El camino a casa es largo, quizás solo la ira te da la fuerza, ira
contra ti mismo y contra la sombra que hirió a Mercutio.
Un espíritu
que hacía mucho te había abandonado despierta en tu interior.
Transitas rápidamente,
a través de las calles oscuras y frías. El viento helado de un octubre
inclemente te cala los huesos. El dolor omnipresente, te es irrelevante.
Esta hambre
de venganza, furica, te acompaña. Por una vez después de mucho tiempo existe en
ti cabida para algo distinto al placer y el dolor.
Tus
extremidades aúllan, frías, cansadas por el esfuerzo, amplificadas por
la falta de heroína, pero la furia te
lleva con fuerza a través de la ciudad helada.
Te lleva
con fuerza a atravesar las bodegas derruidas de la antigua zona industrial. No
te detienes a dar rodeos, o cuidarte de las sombras, solo te detienes al final
de tu recorrido. Cuando encuentras el cuerpo inerte, inflamado y rígido de
Mercutio. Y tu furia se convierte en un vacío.
Te das
cuenta que una jeringa cuelga del costado de su cuello.
Recuerdas
entonces como en el estupor absoluto de tu propio viaje, fuiste capaz de
encontrar en él una arteria y de darle una muerte indolora...
Todavía
queda algo en la cámara de la jeringa, por un momento vuelve a ti la conciencia
de que debe ser suficiente para una sobredosis. Usaste todas tus reservas en
este acto.
Con pesar y
un sufrimiento que no puedes más que sentir que mereces, haces una tumba para
tu difunto amigo.
Helado, tú
mismo frente a su tumba tiemblas conforme el calor del esfuerzo realizado se
disipa.
Hacia más
tiempo del que puedes recordar de que hicieras algo distinto a la rutina de la heroína.
Tanto que no te habías encontrado en esta posición (sin reservas) por meses, quizás
un año ya. Un escalofrío te recorre, conforme prestas atención al dolor que
punza cada vez más fuerte en ti.
Sin
embargo, te sientes apremiado a buscar, investigar, preguntar. Alguien debió de
haber visto lo que sucedió esa noche. Alguien que estuviera atento a este
mundo.
Sabes que
tienes poco tiempo. Emprendes la caminata.
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Hay tres
posibles fuentes de información.
El primero
es un pequeño grupo de vagabundos que habita las mismas ruinas.
El segundo
es un cuerpo de vigilantes que de cuando en cuando ronda la zona.
El tercero
son los vendedores locales, que si bien no están dentro de la zona abandonada, podrían
saber algo.
Si la
experiencia de abstinencia de hace un año es referencia, calculas que tienes
menos de 12 horas antes de perder el control.
Que harás?
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Este post
nace de
http://trascendiendoande.blogspot.com/2015/09/la-sombra-andante-1.html
Comentario
Daniel Hernandez Niva4 de septiembre de 2015, 11:26 a. m. Regresar
hasta el cuerpo de Mercutio para darle un ultimo adiós,..no planeo llamar a
Catre, si en verdad lo lego a necesitar el síndrome de abstinencia me obligara
a arrastrarme hasta el. Siento una sed de venganza ciega, quisiera apuntar mi
dedo al asesino de Mercutio y cobrarle con sangre su muerte, pero aun que lo
tuviera en frente no lo reconocería, solo recuerdo sombras, no puedo evitar ver
mi reflejo y pensar que sin importar quien violentara a mi compañero con
tremenda sevicia, el único verdadero culpable soy yo, yo y las agujas.
Mientras me dirijo a el grupo de vagabundos intento buscar la manera de llamar a catre y rogarle que se encuentre conmigo antes de las 12 horas estimadas.
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